Viejos y caducos como son los gobernates de Estados Unidos, no previeron las reacciones ante este nuevo atentado a la libertad. Ya desde hace semanas está en marcha la multiplicación de los sitios espejos de WikiLeaks, asà como la difusión del material que no ha sido publicado, mismo que está codificado y no se puede leer por ahora, sin embargo, en caso de que algo le suceda a Assange o a los colaboradores directos de WikiLeaks, la clave para descifrar ese material será revelada. Y en otra respuesta más directa al bolsillo del capital, el jueves 8 de diciembre se produjeron intromisiones en los servicios de Mastercard, Visa, Amazon, Postfinance y la oficina del abogado que lleva la demanda de las dos mujeres que acusan a Assange en Suecia, todo ello en el marco de la llamada Operación Represalia. De acuerdo con reportes de prensa, se habla de 4000 hackers participando en estos ataques.
Además de miles de reacciones colectivas e individuales de respaldo a Julien Assange, el 8 de diciembre, Kevin Rudd, ministro de relaciones exteriores de Australia tuvo un pequeño reflejo de dignidad al afirmar que la responsabilidad de la publicación de los más de 250 mil cables por WikiLeaks es responsabilidad del gobierno gringo, por la insuficiencia âde sus sistemas de seguridad y del nivel de acceso que la gente ha tenido al material durante un largo tiempo. La responsabilidad esencial y, en consecuencia, la carga legal, corresponde a aquellos individuos responsables de la primera desautorizada liberación de los 251 mil documentos. Y hasta el nada progresista New York Times afirmó que hasta la fecha nadie ha sido juzgado por espionaje por el solo hecho de haber recibido información confidencial y darla a conocer; asimismo, ningún periodista ha sido condenado por hacer ese tipo de filtraciones.
En el tema de fondo, los cables hasta ahora revelados, que no llegan aún a 1500, han tocado toda clase de temas, algunos sensibles como las presiones de Estados Unidos sobre sus socios para evitar investigaciones sobre crÃmenes cometidos en Irak, Afganistán y otras partes del mundo, asà como para beneficiar a empresas gringas en grandes negocios en el extranjero. Es cierto que muchos de los cables tocan temas banales y vierten opiniones sin fundamento, cayendo en el registro del chisme. Pero estas ârevelacionesâ plantean un cambio de fondo. Ahora el Imperio sabe que no puede actuar impunemente y que existen amplias redes que continuarán denunciando sus acciones de control y apropiación de riquezas ajenas en todo el planeta.
Más allá de lo que pase con WikiLeaks y su fundador Julian Assange, algo ya cambió: hemos aprendido a enfrentar el miedo y la represión del Imperio cuando se revelan sus secretos. Miles y miles de personas siguen el ejemplo de WikiLeaks y reproducen la información filtrada. Y sÃ, el valor es contagioso!